lunes, 26 de mayo de 2014

yo es que soy así...

"Es que... yo soy así..." y te quedas más ancho que pancho, ya está todo dicho, ya está todo hecho. Menudo peso me he quitado de encima, ya no tengo que pensar ni hacer nada... ¡Solucionado!

Ésta es la frase con que se resume, en la mayoría de las ocasiones, los tímidos intentos de cambiar nuestra vida. Personas que están sufriendo, de ansiedad, de tristeza, de timidez, con dificultades de relación, atrapadas en una vida que les hace infelices y se conforman... ¡porque son así!

Hoy quiero hablar de un concepto clave que tenemos en psicología: el autoconcepto

El autoconcepto es el conjunto de creencias y actitudes que tenemos sobre nosotros mismos, que pueden estar más o menos ajustadas a la realidad, o ser verdad en algunas cosas y mentira en otras. Cuando era adolescente jugaba al baloncesto y muchos de mis compañeros me decían que era muy bueno... y al final me lo creí. Sin embargo no llegamos a ganar ni un solo partido en los dos años en que me dediqué a este deporte, y afortunadamente me retiré a tiempo.

Nuestra forma de pensar determina el éxito o el fracaso de las conductas. Así, después de dar mi primera charla en público (fue en Estados Unidos, en inglés, y ante un grupo de poderosos empresarios), decidí y me repetí varias veces: "Me gusta hablar en público". El resultado de ese pensamiento ha sido que ahora mismo disfruto con cada curso, taller o conferencia que imparto.

Pero también ocurre al contrario, el resultado de la conducta determina nuestro autoconcepto. Y depende de la atribución de la causa del resultado. He metido gol por cuestión de suerte o porque soy un buen jugador. Si elegimos la primera opción no cambia mi autoconcepto, ya que la causa es externa a mí, mientras que si elegimos la segunda, podemos cambiar o reforzar lo que pensamos sobre nosotros.

Revisar cómo somos en realidad es importante, y una vez que hemos decidido cómo somos, todos nuestros pensamientos, sentimientos y conductas tienden a corroborar este criterio formado, y nos resistimos a la información que lo contradice.

Formamos el criterio sobre nosotros mismos a través de cómo interpretamos nuestras acciones y de cómo las interpretan los demás, cómo piensan y sienten sobre lo que hacemos, influyen a formarnos el criterio sobre nosotros.

Pongamos un ejemplo: si nuestro padre/madre/maestro ante un suspenso en matemáticas nos dijo de pequeños:

* "Qué raro porque tú eres muy bueno en matemáticas, quizás dedicaste poco tiempo" nuestro pensamiento confirmará "soy muy  bueno en matemáticas, dedicaré más tiempo"
* Pero si su respuesta fue "Es que a ti te cuestan mucho las matemáticas", nuestro pensamiento confirmará “no valgo para las matemáticas, no merece la pena esforzarme"

Y de esta forma creemos que valemos o no valemos para tal o cual cosa, que somos valientes, tímidos, vergonzosos, etc. Pero no es únicamente lo que nos dicen, sino los sentimientos que nos transmiten sobre nuestras capacidades y forma de ser lo que nos ayuda a ir formando un criterio de cómo creemos que somos.

Pero a veces tenemos contradicciones:
  * Si salgo con frecuencia con amigos creo que soy extrovertido.
  * Pero siento timidez, entonces es que soy tímido.
  * Con mi familia soy extrovertido, pero con las chicas soy tímido
Así es que... ¿cómo soy realmente?

Muchas veces somos como los otros creen que somos. Es decir, tendemos una serie de roles diferentes según donde estemos: con la familia, con los amigos, en el trabajo... muchas veces nos comportamos repitiendo el "papel" que se espera de nosotros, y hay otras ocasiones en que procedemos con mayor libertad y somos más nosotros mismos.

Y la gran pregunta... ¿podemos cambiar nuestro comportamiento?

Hacerlo solos no es una tarea fácil, ya que algunos de nuestros comportamientos están muy fuertemente arraigados en nuestro cerebro, pero podemos intentarlo siguiendo estas pautas:

* Detección. Cuando nos encontramos en una determinada situación que nos resulta incómoda, es que ahí hay un problema, y lo importante es darse cuenta de estas situaciones.

* Análisis. Piensa qué te ha pasado, por qué has reaccionado así, qué hubieras podido hacer para sentirte más a gusto con tu conducta, y por qué crees que no lo has hecho.

* Acción. La próxima vez, intenta comportarte de la forma que te hubiera hecho sentir bien.

Y si no lo consigues y quieres realmente cambiar, inténtalo de nuevo o busca ayuda... y si te cuesta, no seas duro contigo mismo. Piensa que toda la información que hemos ido recibiendo desde pequeños se ha ido gravando en nuestro cerebro y es por lo tanto un aprendizaje difícil sin la ayuda de un terapeuta. Aún así, te animo a que lo intentes porque seguro que los cambios y nuevas actuaciones que adquieras te van a sorprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario