domingo, 30 de marzo de 2014

¿cuál es tu camino?

¿es posible trabajar en aquello que te motiva? cada uno de nosotros tenemos algo en nuestro interior que nos atrae sobremanera, algo que nos interesa especialmente y que nos diferencia en alguna faceta... y seguro que tú también lo tienes. la mejor opción es dedicarte a ello: y voy a darte 3 motivos, sin embargo, la decisión sólo la puedes tomar tú porque si no lo decides tú, vas a acabar haciendo aquello que los demás esperan que hagas. nuestra sociedad tiene interiorizado que una persona debe estudiar y trabajar dentro de su ámbito, siguiendo una especie de trayectoria pre-establecida.

y aquí te dejo tres motivos para que te dediques a lo que te apasiona:

1.- ¿sabes cuánto tiempo vas a dedicar a trabajar?
dedicamos al trabajo más tiempo que a cualquier otra actividad. ¿hay algo en lo que inviertas 8 horas o más al día? seguro que no. por tanto, tu principal actividad en la vida debe gustarte.
el comentario de terror ante la siguiente jornada laboral me parece incomprensible: si no te gusta lo que haces, cambia. si tu trabajo no te permite vivir como a ti te gusta, cambia de trabajo.

2.- los cambios en el mercado laboral
las empresas y los negocios tienen un entorno cada vez más complejo en este siglo, y ello les obliga a estructurarse con menores costes fijos y con poca estructura... y ello supone contratar menos personal. estamos viviendo ya un momento de cambio y cada vez habrá más gente prestando sus servicios como freelance o que serán emprendedores en su propio negocio, como en la mayoría de países de nuestro entorno...el concepto de “empleo para toda la vida” se está extinguiendo.

3.-
el motivo más poderoso eres tú mismo/a. cuando hacemos algo que nos gusta, nos llena de energía aunque estemos agotados físicamente. por el contrario, hacer algo a disgusto puede resultar extenuante.
una de las señales más geniales de que trabajas en lo que te apasiona es la sensación de libertad y de autenticidad que tienes. aunque ello no significa que vaya a ser fácil. tu desarrollo personal será tu futuro: es necesario invertir tiempo y esfuerzo en ser un gran profesional en tu ámbito. no esperes que la oportunidad te llegue fortuitamente, tú debes ser el impulsor de tu carrera. ello supone un proceso de reflexión, de planificación y, sobre todo, de esfuerzo para llegar a conseguir tu objetivo.

tú decides: si te entusiasma un tema, dedícate a él, investiga, conoce, trabaja, empápate… y ¡a por él!


  carlos callejón
psicólogo y coach

jueves, 27 de marzo de 2014

y después del robo/accidente/muerte...

Cualquier acontecimiento traumático (un robo, un accidente, una muerte...) es desconcertante para todas las personas que se ven afectadas. Y para los niños lo es más aún. Pueden dejan de ver el mundo como un sitio seguro y predecible. Tienen miedo de que lo sucedido vuelva a ocurrir y de que ellos o su familia se hagan daño o mueran. Y el modo en que un padre o adulto reacciona ante un niño después de un acontecimiento traumático puede ayudar a que los niños se recuperen más rápido y de forma más completa.

Aunque a los adultos les puede parecer exagerados, el miedo y la ansiedad de los niños son muy reales. Los niños pueden tener miedo a lo desconocido o a quedarse solos. Después de un acontecimiento así, es posible que comiencen a actuar como si tuviesen menos edad de la que tienen, pueden reaparecer comportamientos que antes eran comunes como hacerse pipí por las noches, chuparse el dedo, no querer separarse de los padres o tenerle miedo a gente que no conocen... Y tal vez aparezcan problemas a la hora de ir a dormir: pueden tener pesadillas, no querer dormir solos, tener miedo a la oscuridad...

Algunos niños expresarán su miedo mediante síntomas físicos como dolores de estómago o de cabeza o sintiéndose "enfermos". Se pueden distraer con facilidad, sentirse confundidos y desorientados y tener dificultad para concentrarse. Es posible que el niño no sea consciente de las causas de estas reacciones o los cambios de comportamiento. La ansiedad y el miedo de los niños son reales.

Los niños de distintas edades reaccionan de forma distinta ante una situación traumática.

Del nacimiento a los 2 años. Al no poder hablar, los niños no pueden describir lo sucedido o sus
sentimientos, pero sí que pueden recordar determinadas imágenes, sonidos u olores. Cuando crecen, estos recuerdos pueden surgir cuando están jugando. Es posible que los bebés se irriten con más facilidad, lloren con más frecuencia y necesiten ser cogidos y abrazados continuamente.

Preescolar. Cuando la seguridad del mundo en que viven se ve amenazada, se sienten inseguros y tienen miedo. Y como los niños de esta edad no pueden entender el concepto de una perder algo para siempre creen que las consecuencias se pueden revertir. Cuando juegan, recrean partes del desastre una y otra vez, algo que es normal. Es necesario asegurar a los niños que se les cuidará y no se les abandonará, porque es su mayor miedo.

Edad escolar (7 a 11 años). Los niños de esta edad son capaces de entender el efecto permanente de una pérdida debida a un acontecimiento traumático. Se pueden preocupar por los detalles del desastre y pueden querer hablar sobre éste continuamente. Es posible que no se puedan concentrar en sus estudios y que sus notas bajen. Dado que son más maduros, lo que entienden del suceso es más completo y puede llevarles a tener distintas formas de reacciones: culpa, sentimientos de fracaso y enfado. Además, pueden volver a repetir comportamientos de una edad más temprana y pueden surgir problemas para dormir. La ansiedad y el miedo que sienten puede expresarse en un aumento en las quejas de dolores físicos.

Pre-adolescencia y adolescencia (12 a 18 años). Dentro de estas edades, los niños tienen una gran necesidad de demostrar a todo el mundo, y en particular a su familia y amigos, que tienen conocimientos y experiencia. Cuando pasan por una experiencia traumática, necesitan sentir que sus compañeros comparten sus ansiedades y miedos y que estos sentimientos son apropiados. La adolescencia es un período en el que los niños se vuelcan hacia el exterior para entrar al mundo. Sin embargo, una experiencia traumática puede dar la sensación de que el mundo no es seguro. Los adolescentes también pueden volver a comportamientos de una edad más temprana. Pueden sentirse abrumados por reacciones intensas y ser incapaces de hablar sobre estas reacciones con la familia.

Y... cómo podemos ayudar a los niños?
Rutinas. Mantener las rutinas de la familia (comidas, actividades, hora de dormir) lo más normal
posibles ayudará a niños de cualquier edad y también permite a los niños sentirse seguros y en control de la situación. Dentro de lo posible, los niños deben quedarse con las personas que sean más conocidas y con las que estén más cómodos.
Necesidades especiales. Acepta que ahora sus necesidades son un poco especiales y déjales depender un poco más de ti durante un tiempo. Si lo necesitan, dá más abrazos, deja que tengan la luz encendida cuando van a dormir o que no duerman solos.
Medios de comunicación. Después de un desastre, todas las personas quieren escuchar las últimas noticias sobre lo ocurrido. Sin embargo, los mensajes o imágenes inesperadas que aparecen en televisión asustan y causan la reaparición de problemas relacionados con el estrés y además, cualquier persona que ve la cobertura sobre el desastre puede convertirse en lo que se denomina una "víctima secundaria" y los niños más aún, así que es mejor no dejar que los niños vean esas informaciones en las noticias.
Sentimientos y reacciones. Los niños expresan sus sentimientos y reacciones de formas distintas y ésto significa que algunos niños reaccionarán alejándose sin poder hablar del asunto, mientras que otros se sentirán intensamente tristes y enfadados en algunos momentos mientras que en otros actuarán como si nada hubiese sucedido. Los niños suelen confundirse con respecto a lo ocurrido y a sus propios sentimientos, así que no se sorprenda si algunos niños parecen no verse afectados. No todos tienen reacciones inmediatas; algunos tienen reacciones que aparecen días, semanas y hasta meses después y algunos nunca tienen una reacción.
Hablar sobre lo ocurrido
• Escucha y acepta los sentimientos de los niños.
• Dá respuestas sinceras, simples y cortas a sus preguntas.
• Asegúrate que entienden tus respuestas.
• Usa palabras o frases que no confundan al niño ni hagan que el mundo sea más aterrador.
• Deja oportunidades a los niños para que hablen entre ellos sobre lo que pasó y cómo se sienten.
• Si los niños hacen la misma pregunta una y otra vez es porque están tratando de entender, tratando de encontrarle sentido a la interrupción y confusión en su mundo. Los niños más pequeños no entenderán que la muerte es permanente, así que las preguntas repetidas se deben a que esperan que todo vuelva a la normalidad.
• Si un niño se siente culpable, pídele que explique que pasó, puede ser que se sienta responsable por algo. Explícale la situación y recalca que nadie podría haber evitado lo ocurrido.
• Tranquiliza a los niños diciendo, “Ya está. Ahora haremos todo lo posible para mantenernos seguros y haremos que las cosas vuelvan a la normalidad”.
• Está atento para ver si los niños tienen preguntas y quieren hablar sobre el tema.
• Demuéstrales tu cariño y apoyo.

Cuándo solicitar ayuda de un profesional
La ayuda de un profesional es buena idea si el niño muestra alguno de estas conductas tres meses después del desastre:
• Problemas en la escuela con el comportamiento o los estudios.
• Explosiones de enojo.
• Aislamiento de las actividades sociales normales o del juego con otros niños.
• Pesadillas o problemas con el sueño frecuentes.
• Problemas físicos como náuseas, dolores de cabeza, pérdida o aumento de peso.
• Ansiedad intensa o comportamiento evasivo causado por recuerdos de lo que pasó.
• Depresión o una sensación de no tener esperanzas sobre la vida o el futuro.
• Problemas con el uso del alcohol o las drogas.
• Práctica de comportamientos peligrosos.
• Preocupación continua sobre lo que ocurrió hasta que se convierte en el centro principal de su vida.


lunes, 24 de marzo de 2014

Peleas entre hermanos

Todos los que tenemos hermanos las hemos tenido y las hemos padecido, y es que los conflictos entre hermanos son inevitables y frecuentes, sobre todo durante la infancia. Y ahora, como padres, es importante que tengamos claro cómo actuar cuando se presentan esos conflictos entre nuestros hijos. Fundamentalmente, los padres aquí tenemos una función muy importante como mediadores.

Para casi todos un hermano es un amigo, un guía para el estudio y un compañero de juego. Pero, en ocasiones, también es un rival y un adversario de pelea. Los conflictos entre hermanos ocurren muy a menudo y se presentan desde los primeros años de edad. Aunque es algo normal, los padres debemos aprender a intervenir para que no se conviertan en un verdadero problema.

A pesar de que la rivalidad y las peleas son normales, eso no quiere decir que simplemente se deban aceptar, pero tampoco que debamos reaccionar de forma desproporcionada ante ellas. Los padres debemos saber que las peleas van a ocurrir y que son inevitables, así que debemos fomentar en casa la idea de compartir y ceder, en vez de rivalizar y tener una actitud posesiva con su hermano o hermanos.


¿Qué motivos suelen llevar a las peleas?

- Llamar la atención: Las peleas entre hermanos suelen estar motivadas por el deseo que poseen de ser los más queridos y los mejor atendidos, y de recibir un trato especial. En definitiva, la causa última es llamar la atención... ¿os suena ésto?: "¡Mamá, Ana me ha dicho tonta!
Si los hijos son pequeños (-5 años), tendremos que adoptar una expresión de enfado y podremos darle algún reforzador positivo, decirles algo como: "No me gusta que discutáis. Cuando jugáis sin pelear, me pongo muy contento". Por el contrario, cuando los hijos son mayores, ignoraremos todas las peleas que no supongan un peligro físico y les prestaremos atención cuando jueguen juntos tranquilamente. Incluso si queréis podemos advertirles antes diciéndoles que sus discusiones son su problema y que cuando se peleen los dejarás solos y te irás de donde estén".

- No querer compartir: No querer compartir sus juguetes, ropa... es importante enseñar a los hijos estrategias para que aprendan a compartir. Una manera podría ser dedicar media hora al día a prestarse los juguetes mutuamente y a jugar, cada uno, con los juguetes del otro.

- El deseo de competir: "Yo saco mejores notas que tú", "Yo corro más rápido", y un largo etcétera. Como en todos los casos, no debemos intervenir en este tipo de riñas.

- El trato "injusto": Los niños suelen quejarse de recibir, por parte de sus padres, un trato injusto en relación a sus hermanos: "¿Por qué yo tengo que estar estudiando si Alberto está jugando? ¡Esto no es justo!".


¿Qué podemos hacer?
La actitud de los padres es fundamental para reducir las peleas y que el ambiente familiar y la convivencia sean tranquilos y agradables. De nosotros depende, en gran medida, que la relación entre los hijos sea mejor y más fácil. Así es que las principales actitudes que debemos adoptar los padres pueden ser:

* Permitir que los hijos resuelvan sus conflictos por ellos mismos, siempre que sea posible. Ellos pueden encontrar la mejor solución y quedar en paz si se les deja usar su propio ingenio. Esto también les ayuda a aprender importantes habilidades de resolución de problemas.

* Darle a cada niño un lugar y objetos que él/ella pueda considerar como suyos. Esto ayudará a reducir conflictos entre hermanos y les ayudará a sentirse importantes.

* Establecer reglas simples y claras para toda la familia. Esto significa que hay una manera establecida para resolver cualquier desacuerdo que se aparezca.

* Fomentar la interacción positiva enseñando a demostrar sentimientos de afecto y de bondad entre hermanos. Elogia y halaga sinceramente a cada niño. Todos los niños necesitan reafirmar que ellos son apreciados y queridos por sus padres.

Espero que estos consejos nos sirvan a todos de ayuda!!!

lunes, 17 de marzo de 2014

21 días, un hábito

En el 100% de las consultas que tengo, siempre tenemos que modificar un comportamiento, y eso siempre lo hacemos intentando crear un hábito nuevo.... pero, ¿qué es un hábito?. El hábito es un comportamiento repetido regularmente, que incluimos en nuestro comportamiento diario. Existen diferentes tipos de hábitos: físicos, afectivos, sociales, mentales, de higiene, emocionales…

¿Qué necesitamos para formar un hábito?.  Lo principal es practicar en varias ocasiones eso que pretendemos conseguir, acostumbrando a nuestro cuerpo y nuestra mente, hasta llegar a conseguir hacerlo de forma automática, es decir, ya no es necesario pensar en qué es lo que vamos a hacer, o cómo debemos hacerlo, ya tenemos esta rutina establecida, hemos creado un hábito.

Según William James, filósofo y psicólogo Estadounidense “para crear o romper un hábito, uno tiene que realizarlo durante 21 días. Pasado ese tiempo, la acción repetida quedará interiorizada, funcionando de manera autómata”.

21 días es el plazo que varios investigadores han considerado necesario para crear un nuevo hábito.

Es de vital importancia que cuando nos planteemos crear un nuevo hábito, tengamos siempre presentes cuatro aspectos fundamentales: la motivación, la voluntad, la disciplina y el esfuerzo.

Pero, qué necesitamos para poder crear un hábito de manera correcta:

1- Es imprescindible valorar qué es lo que pretendemos conseguir, cuál es nuestro objetivo y qué acción debemos llevar a cabo para conseguirlo. Plantearlo de una manera clara y realista nos ayudará a ajustar nuestras expectativas. En muchos casos, un objetivo mal planteado y poco realista puede acabar frustrándonos e impulsarnos a desistir, creyendo que no somos capaces de lograrlo, cuando no es cierto.

2- En ocasiones, cuando el hábito que pretendemos conseguir nos resulta complicado, se recomienda, antes de empezar, realizar una lista de razones por las cuales conseguirlo es importante para nosotros, siendo objetivos con los beneficios que nos proporcionará, fomentando nuestra motivación hacia la consecución de dicho propósito.

3- Siempre que creemos un nuevo hábito, resulta recomendable elegir una fecha concreta, comprometiéndonos a comenzar a ejercitarlo ese día, evitando desde el mismo, el mayor número de circunstancias que puedan desviarnos de nuestro objetivo, al menos durante los primeros días, que resultan los más difíciles.

4- Es imprescindible buscar reforzadores que nos ayuden a seguir realizando ese acto. (Por ejemplo: si queremos coger el hábito de salir a correr todos las tardes, nos pondremos como refuerzo que, si salimos los 5 días seguidos a correr, tendremos derecho a un capricho que nosotros mismos elijamos. Debe ser algo que realmente nos guste y por lo que merezca la pena conseguir el objetivo). Buscaremos estímulos nuevos, beneficiosos y positivos para nosotros. Cualquier cambio, por mínimo que sea, debemos de reforzarlo, puesto que nos ha costado un gran esfuerzo llegar hasta donde hemos llegado, recordándonos a nosotros mismos que no merece la pena volver a empezar de nuevo. Debemos de ser positivos.

5- Es cierto que muchas personas fallan en sus primeros intentos de crear nuevos hábitos, pero esto no debe desanimarnos. Hay personas a las que, crear hábitos, les puede llegar a costar más tiempo o un mayor esfuerzo, pero esto no implica que no puedan hacerlo. En estos casos, más que en ningún otro, la búsqueda de reforzadores, la positividad, la motivación y la constancia son, sin duda, las claves del éxito.

¿creamos un hábito?

Si necesitas ayuda, ponte en contacto conmigo y hablemos sin ningún compromiso.

  carlos callejón
psicólogo y coach

huye de la rutina

Una de las peores sensaciones que pueden existir es sentirse esclavo de una vida y sentirse dento de una cárcel. Seguro que muchos entendéis a lo que me refiero, sentir que no se puede escapar de la rutina. Pues aunque no lo creáis, es más fácil de lo que parece. Es posible que ciertas obligaciones no se puedan cambiar, como acudir a trabajar o estudiar, pero, como en la mayoría de casos, la solución está en los pequeños detalles.

¿Alguna vez os habéis preguntado qué pasaría si cada día tomarais una ruta distinta para ir al trabajo o simplemente si fuerais a un sitio distinto a comprar el pan o a tomar un café? A lo mejor no pasa nada, pero existen muchas posibilidades de que durante el camino, o ya en el destino, conozcáis un montón de lugares nuevos que antes no conocíais y que os gustaría volver a frecuentar, conozcáis gente nueva y además agradable, en definitiva… ¡el día mejorará notablemente!

Pues bien, os propongo que probéis a hacerlo a ver qué ocurre. ¡Yo creo que merece la pena intentarlo!

¡Feliz lunes y feliz semana!

martes, 11 de marzo de 2014

actitud positiva

Cada vez podemos ver a más gente triste, desanimada, frustrada, preocupada... La situación general, las circunstancias y el momento actual influyen en una actitud poco positiva. Es como una marea que va envolviendo todo a su paso... se contagia y todo es crisis.

Pero independientemente de esta realidad, cada uno de nosotros puede elegir qué actitud tomar ante esta situación. Si la actitud negativa se contagia, una actitud más positiva tendrá el mismo efecto, así que ¿por qué no intentarlo?... Está en nuestras manos enfrentarnos cada día de la manera que queramos. Puedes elegir poner una sonrisa ante las adversidades o poner un gesto de enfado, tristeza o lo que sea... de todas formas y sea como sea, las circunstancias seguirán siendo las mismas. Sin embargo, tu estado de ánimo y la motivación cambiarán... Y de paso, puedes contribuir a un cambio de actitud en otras personas.

Hace unos meses en una cafetería, cuando me iba, el camarero se despidió de una manera poco habitual últimamente: "¡Qué tenga un buen día!". Fue sorprendente cómo esa sencilla frase me removió. Desde ese mismo momento, decidí desear lo mismo cada día a cualquier persona con la que me relacionara: el vecino, un familiar, un amigo, alguien que me pregunte por la calle, una teleoperadora con la intención de venderme una oferta... Es algo fácil y el resultado es muy gratificante.

La reacción generalizada ante esta sencilla expresión es de sorpresa. Primero la persona se queda paralizada, sin palabras, como bloqueada. Después te suelen desear lo mismo con un gesto positivo en su cara. Aunque sea por unos segundos, tu actitud positiva contagia a la otra persona. Solamente por esto merece la pena ponerlo en práctica. Y si además influyes para que esa persona empiece a compartir este comportamiento, mejor que mejor!!!

Conseguir una sonrisa o sencillamente romper la dinámica de negatividad en alguien por unos minutos produce un efecto mucho más grande y positivo de lo que parece. Te invito a llevarlo a cabo, te aseguro que no pierdes nada.

¡¡¡¡Que tengas un buen día!!!!


AVANZA-EVOLUCIONA.

  carlos callejón
psicólogo y coach

martes, 4 de marzo de 2014

Cuentan que un maestro paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias. Llegando al lugar constató la pobreza del sitio: los habitantes, una pareja y tres hijos, vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado; la casa, poco más que un cobertizo de madera...

Se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: “En este lugar donde no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen para sobrevivir? El señor respondió: “amigo mío, nosotros tenemos una vaca que da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.”

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y se fue. A mitad de camino, se volvió hacia su discípulo y le ordenó: “Busca la vaca, llévala al precipicio que hay allá enfrente y empújala por el barranco.”

El joven, espantado, miró al maestro y le respondió que la vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. El maestro permaneció en silencio y el discípulo cabizbajo fue a cumplir la orden.

Empujó la vaca por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel joven durante muchos años.

Tiempo después, el joven agobiado por la culpa decidió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar. Quería confesar a la familia lo que había sucedido, pedirles perdón y ayudarlos.

Se puso en camino y a medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, árboles floridos, una bonita casa con un coche en la puerta y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y fue recibido por un hombre muy simpático.

El joven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años. El señor le respondió que seguían viviendo allí. Espantado, el joven entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacia algunos años con el maestro.

Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca): “¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?” El señor entusiasmado le respondió: “Nosotros teníamos una vaca que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que puedes ver ahora.”


Depende cada uno de nosotros decidir si queremos avanzar y evolucionar o quedarnos en nuestra zona de confort. 
Muchos tenemos alguna vaca que nos proporciona algún beneficio para nuestra supervivencia, pero que nos lleva a la rutina y nos hace dependientes de ella. Nuestro mundo se reduce a lo que la vaca nos brinda. Las vacas pueden ser creencias que nos frenan, miedos, que nos llevan a acomodarnos, a estancarnos..
Si sabes cual es tu vaca, no dudes en tirarla por el precipicio. Llegó el momento de pasar a la acción y salir del estancamiento que nos impone cuanto antes.